Una vez que llegamos al lugar, los muchachos del conjunto no tardaron mucho en comenzar a armar los instrumentos. Mientras ingresábamos comenzaron los saludos a los músicos. Besos para acá y para allá. Manos estrechadas y sugerencias de temas para tocar. Todo en los veinte metros que hay desde la entrada hasta el escenario. Unas chicas se reconocieron como fanáticas del grupo y, con sus celulares, sacaban fotos a más no poder.
La Nueva Imagen es un grupo de cumbia formado en Empedrado. Como un secreto, para no ser hipócrita, expreso que no me atrae este tipo de música, pero no puedo negar el esfuerzo, dedicación y estudio que invirtieron los integrantes del grupo para llegar a ser reconocidos por lo que hacen. Apoyo de algunos e indiferencia de otros tantos más. Hoy se encuentran presentado su primer compacto musical editado en estudio- hay grabaciones anteriores, pero sin dudas, esta es la de mejor calidad -. Durante el espectáculo agradecieron muchas veces el apoyo de la gente de San Lorenzo, que es mucho más desprejuiciada que cualquiera de nosotros Empedradeños.
Desde la prueba de sonido los concurrentes comenzaron a corear canciones, con los brazos alzados, cerveza en mano y movimientos dignos para un minucioso estudio anatómico sobre la flexibilidad de los miembros corporales. La promoción 2009 de la escuela de San Lorenzo festejaba su egreso de la secundaria, su alegría los hacía sobresalir del resto. Jóvenes de Empedrado también se hicieron presentes en la noctambula escena, algunos no de la manera más alegre. Una escaramuza se entrelazó con la música. Trompadas van, trompadas vienen. Para variar, los enfrentados eran empedradeños. Podría decir que los jóvenes de Empedrado son más violentos que algunos de sus vecinos, pero esa afirmación merece un estudio aparte. La Policía desalojó a los violentos y todo siguió con calma.
Los acordes del órgano marcaban el comienzo de las canciones que los cinco integrantes de la Nueva Imagen seguían al pie de la letra. “¡¡¡Ehhh…!!!”, era la exclamación al unísono de los bailanteros. Los músicos guiaban la fiesta. Una rubia bailaba hasta el cansancio en uno de los costados del escenario, no paraba ni en las pausas, movía las piernas al punto que parecía querérseles escapar del cuerpo. Realmente generaba asombro. Un señor entrado en años se me acercó, “¿Vos estás con ellos?”, preguntó con su casi inentendible castellano mezclado con tufo a vino blanco de caja. Juntó dos de sus dedos de la mano derecha expresando “está buenísimo”. El señor dijo ser Policía, más tarde Bombero y, poco después, dueño de una estancia con una 4x4, creerle queda a criterio de cada uno.
El fotógrafo improvisado del grupo resultó muy fotogénico. Cámara en mano, mochila cargada con compactos para vender, no vaciló en sacarse fotos con mujer que se le cruzara por el camino. Todas accedían con una sonrisa. El órgano volvió a marcar la nota, “te felicito” sonó en los altos parlantes. Era el vocalista con el hit del grupo. Los jóvenes comenzaron el coro. La fiesta estaba coronada. A lo largo de la noche algunos muchachos se enroscaban en los cuellos de los integrantes del grupo, el motivo: los saludos. “Para Pelacho, para Pelacho” gritaba al oído del cantante uno de los chicos, mientras derramaba la mitad de la cerveza que tenía entre manos sobre el escenario. Nada importaba mucho. El nombre sonó y retumbó a lo lejos. Todos terminaron contentos.
Casi dos horas después el show de la Nueva Imagen en San Lorenzo iba terminando. Los saludos finales, agradecimientos y la batería eléctrica que daba el último golpe. “Otra, otra, otra…”. Yo, con una sonrisa dibujada en la cara, miraba al público. ¿Qué sentirán los artistas al escuchar esas palabras?
Rápidamente estaba todo desarmado. Subimos los instrumentos a la camioneta y nos preparamos para partir. Como buenos músicos, primero los saludos y todo el folclore de ser conocidos y apreciados, galanes en medio del baile. El señor policía, bombero, estanciero se me acercó de nuevo. Esbozó el mismo gesto. “Buenísimo. Pum, pum, pum”, asumí que se refería a la batería. Conversamos de la vida, me aconsejó y decidió volver a la pista, no sin antes caer en la zanja. Preocupado más por el vino blanco que cayó con él no podía hacer pié y cada intento de levantarse hacía peor su situación en el barro. Lo ayudamos y pudo volver a bailar.
Nosotros, con las cuentas saldadas, regresamos a Empedrado cerca de las 5 de la mañana. El tiempo pasó rápido mientras analizábamos entre todos como salió el show. Cada uno para su casa a seguir con sus quehaceres. Algunos directamente al trabajo, sin dormir. Así es la vida del esfuerzo al perseguir los sueños. La noche con músicos, que antes de eso son amigos con objetivos comunes, demuestra que todo es posible. También que “el que toca no baila y los acompañantes siempre se llevan la mejor parte”.