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Un pobre diablo con internet y un poco de tiempo libre.

lunes, 18 de enero de 2010

DAÑO COLATERAL

Hace poco el reloj pasó las 12, el espigón opaca el reflejo las luces de la costa en el agua del Paraná. Desde la “Morocha” la música inunda la madrugada e interrumpe el silencio de las personas que por las calles del “Gerónimo Merelo” trajinan. Una noche de ensueño. Una noche en el camping de Empedrado, de esas que prometen no ser olvidadas. Así como se le promete a los posibles visitantes desde los medios. “Se van a encontrar, bla, bla, bla… volvimos a ser la Perla del Paraná”. Todo eso es verdad y se palpita en la noche, se lo siente internamente. Mágico, fortuito, el tiempo parece detenerse mientras la brisa que baja desde el río acaricia la piel de las hermosas mujeres –porqué no, hombres- que viven estos días como nuestros vecinos sin serlo.

Apelando a la imaginación de los lectores-la mía también- les presento esta escena.

Cada visitante con sus historias, ésta noche no me importa ninguna. Solamente una que en realidad no es una, sino, una colectiva. Es domingo de madrugada, día de bailes, bares, transes y demás espectáculos de los que uno aprende a participar con menos temor que a la maestra que nos pregunta la tabla del ocho. Delante de mí un grupo de jóvenes posa su heladera portátil. Estábamos todos, observador y observados, sobre la entrada a la playa municipal, justo sobre la arena.

En el parador tocaba la “Nueva Imagen”. Los veinte chicos que estaban en banda coreaban las canciones de “Los Chaques”. En ese grupo de veinte chicos había cinco chicas. Una de esas chicas con un bebé en brazos, ella tenía 18. Otra de las chicas medía menos de un metro de altura –exagero, pero era muy peque- 14 años cargaba una sonrisa desaforada producto del vaso del que tomaba. Si les digo que ella no tenía un bebé en brazos, pero que pronto lo va a tener si llega a término van a creer que estoy mintiendo. Ojalá fuera así. Me dediqué solamente a observar, no podía interceder en el cosmos. Las chicas que faltan no tienen mucha importancia pero también son todas pequeñas, ninguna, lo afirmo, pasaba los 17 años.


Con los varones pasaba lo mismo, claro que ninguno estaba encinta. Eran muchos más, tampoco ninguno pasaba los 17 años. Tres o cuatro tenían menos de 14. El más chico de todos era en que cantaba las canciones de “Los Chaques” interpretados por los cumbieros. Un arito brilloso asomaba a la misma altura al tizón del Phillip Morris que compartía junto con otro de los chicos.
No conocía ninguno. Esto me hizo sentir extraño cuando me dijeron que eran del “barrio Unión”. Quizás ya no nos conocemos todos o el que escribe no es tan buen observador como supone.

La heladeríta tenía unos tetras y botellas de hielo. Uno de los “mayorcitos” preparaba la bebida en una jarrita de aluminio con tanto oficio que demostraba que era una eminencia en la materia.
Todas las mujeres fumaban, las embarazadas, las en trámite, las todas, también reían, también tomaban, también reían. No dejaron su belleza por tan crueles vicios. Todo esto ocurría rodeado de unas doscientas personas que no eran de importancia por el momento. Simplemente me preguntaba dónde estarán sus padres, sabrán que están acá, quién será el papá del bebé en camino, nadie le dijo a la madre que fumar le hace mal al bebé y a ella, de dónde sacaron el alcohol con tantos controles, éste es el precio de un verano exitoso, este es el precio de ser la Perla o tan sólo la escoriación de una sociedad inmaculada.

Terminaba de pensar en todo eso en un flash cuando atravesando la imagen ví al vice intendente saludando a sus conocidos en el mismo lugar donde mis amigos tomaban, reían, fumaban y olvidaban. Como hacen las personas importantes, él solamente saluda, no entra en intimidad, la conversación se basa en el intercambio de dos o tres frases, algún apretón de manos y sigue camino para llegar a otra mesa y proceder al mismo ritual y así alejarse de apoco acompañado de un señor canoso, empresario del turismo local. Supongo que estaba contemplando el éxito de la temporada, esto es real, la temporada es exitosa.

Algunos sufren los daños colaterales del éxito para que otros cuenten dinero, eso es el capitalismo. Por eso no deberíamos asombrarnos, en cambio cuando uno supone que todo puede ser mejor tiene derecho a hacerlo, a exaltarse o simplemente a escribir. Los chicos se fueron con su “helatodo”, con sus cigarrillos, sus embarazos a buscar nueva música en algún otro lugar. Yo me quedé mirando el río, el vice se fue y el mundo de la noche empedradeña siguió rodando en una fotografía que es tan cotidiana que hasta se vuelve familiar.

Foto Peter Elmholt

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