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Un pobre diablo con internet y un poco de tiempo libre.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Inocencia de Navidad

Tenía 17 años y visitaba uno de los parajes de Empedrado junto a un grupo de jóvenes y las Hermanas Dominicas de San José, era una misión de Navidad días antes del 25, un chico se me acercó una tarde, mientras escribíamos unas cartitas a Papá Noel, y me preguntó porqué se vestía con abrigos si acá, en Empedrado, hace tanto calor. La respuesta sugería dos opciones: ser sincero o simplemente mentir.

La pregunta me dejó un poco descolocado, no estaba preparado para responder cuestiones tan cruciales para la vida de un niño. Podía decirle que el Papá Noel que él conocía era una invención de Coca Cola, pero preferí decirle que no sabía. Esta situación me quedó dando vueltas en la cabeza por mucho tiempo y busqué contestar el sentido más profundo de la pregunta de aquél niño de San Juancito: su inocencia.

Ayer le pregunté a una chica de 15 años si le había escrito la carta a Santa pidiendo sus regalos, ella me respondió, sonrisa dibujada, que todavía no porque ella vive la realidad. La respuesta me dejó sin palabras y traté de cambiar el rumbo de la conversación, pero ya estaba terminada. A ella le robaron su inocencia.

Cuando era chico creía en la real existencia de Papá Noel, del Ratón Pérez y del Viejo de la Bolsa, jamás se me cruzó por la cabeza dudar y mucho menos cuestionar su presencia en este mundo de mortales. Fui creciendo tratando de descubrirlos quedándome despierto en las noches de sus apariciones. Todo acto fue infructuoso, nunca los descubrí (el Ratón Pérez se me escapó por poco).

Unos días próximos a la Navidad hace algunos años, sospechando del verdadero paradero del barbudo Santa, junto con mi hermana comenzamos una cruzada para encontrar los regalos escondidos en la casa. Ella decía que nuestros padres eran los encargados de la encomienda divina y que no existía ningún ser que venía en un trineo con renos, ni caballos, ni perros siberianos. Yo tenía la ilusión de que ella, tres años más chica que yo, se equivocara.

Una noche, aprovechando que no había nadie en la casa, abrimos un placar y ahí estaban escondidos debajo de una pila de ropa. Sin romper el envoltorio, sacando cinta por cinta con meticulosa técnica logramos ver nuestros regalos. Lo que me tocaba a mi era una aro de básquet, lo de ella no lo recuerdo. Sin dudas ese día crecí y dejé de creer en Papá Noel y las cartitas, pedidos y demás rituales. Además comencé a desconfiar de todos los demás seres: Reyes Magos, Ratón, Cuco, y hasta de mí mismo. Ese día no me sentí bien, descubría que todo en lo que creía, en realidad, no existía.

Esa Navidad fingí sorpresa, abracé a mi papá y simplemente lloré después de contarle que ya sabía todo. No te preocupes me dijo. La pregunta de aquél niño en san Juancito revivió en mi lo que pasó en mi Navidad. No quería ser yo el que le quite la inocencia de creer en la Navidad, los regalos, las cartitas, los milagros. Siempre hay algún maldito inescrupuloso que se jacta de eliminar la bondad e inocencia de los niños, yo no quería unirme a ese grupo.

Esa tarde terminamos de escribir la carta frente al Pesebre y el chico siguió con la sonrisa dibujada. “Niño Jesús y Papá Noel les pido que protejan a mi mamá, a mi papá y a mis hermanitos” decía la hojita doblada que dejó antes de irse a su casa. No pidió regalos, él no era egoísta para pensar primero en él y después, si queda tiempo en los demás, simplemente pidió lo que a él se le escapaba de sus pequeñas manos: la protección de su familia. Quizás, con el tiempo, él perdió su inocencia y descubrió lo que yo descubrí hace unas Navidades pero yo no tuve nada que ver con eso. Si hay algo más noble, más reluciente que la estrella de Belén o más bello que le inocencia de un pibe que me lo diga. Hoy simplemente pienso en el niño Jesús en el Pesebre y en el Papá Noel de barba blanca pidiendo que proteja a ese niño y a todos los que en esta Navidad no esperan regalos, si no, la dicha de una mesa compartida en familia. Feliz Navidad para todos.

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1 comentarios:

Blogger SusyUr ha dicho...

Verdaderament considero que el hecho de adoptar costumbres extranjeras nos llevan a situaciones como la que que se
relata en el artículo de Navidad.
Por qué Papá Noel o Santa Claus? Estas son figuras que pertenecen a tradiciones que nada tienen que ver con nuestra esencia.
Lo nuestro: El Niño Dios o Niño Jesús es a Él a quien esperábamos en Navidad. Colocábamos los zapatos en la ventana para que deposite los regalos o el regalito,lo mismo hacíamos para esperar a los Reyes Magos.
Qué nos pasa a los argentinos?
Creo que no nos descolocaríamos ante la pregunta de un niño si siguíeramos esperando a El Niño Dios.
No perdamos nuestra esencia,nuestras tradiciones,no hagamos que nuestra Fe se debilite.

13 de enero de 2010, 12:55  

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